Palabras
Por Carlos Balaguer
Jueves, 7 de Febrero de 2008
Anciano y herido por el tiempo, pero sonriente e invencible ante su grandioso destino, Juan Pablo II --el Papa viajero de la esperanza-- veía desconcertado cómo su Iglesia monumental se tambalea ante la historia, la guerra y herejía. Entretanto parecía lejano su inmenso sueño de amor ante el dolor y la tristeza del mundo.
Exhortaba a la paz desde la plaza de San Pedro, mientras los hombres enceguecidos manchaban de sangre los indecibles campos de la guerra. El mismo cristianismo universal servía de estandarte en las "gloriosas" y vergonzosas conquistas modernas. Aunque en el fondo la prometida tierra de la paz seguía estando lejana.
El sueño del Pontífice era, según sus propias palabras: "Es necesario derrotar la injusticia con la justicia, la mentira con la verdad, la venganza con el perdón, el odio con el amor". No obstante, crecía la injusticia y la impunidad en un ilusorio mundo de derecho como lo fue en la última Grecia… La humanidad seguía mintiendo en sus edictos y noticieros, vengando su propio destino el homo belligerantis. Igualmente al tercer día olvidaba el amor y sólo quedaba el odio en su corazón como un sol que atardecía.
El sueño de Juan Pablo, una promesa para el mundo cristiano de nuestra era.
El sueño del Pontífice era, según sus propias palabras: "Es necesario derrotar la injusticia con la justicia, la mentira con la verdad, la venganza con el perdón, el odio con el amor". No obstante, crecía la injusticia y la impunidad en un ilusorio mundo de derecho como lo fue en la última Grecia… La humanidad seguía mintiendo en sus edictos y noticieros, vengando su propio destino el homo belligerantis. Igualmente al tercer día olvidaba el amor y sólo quedaba el odio en su corazón como un sol que atardecía.
El sueño de Juan Pablo, una promesa para el mundo cristiano de nuestra era.
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