Fue Epicuro, un griego de Atenas, discípulo de Jenócrates,
quien predicaba que el placer era el fin supremo
del hombre y la humanidad, y que hacia ello deberían tender
nuestros esfuerzos. Acausa de la falsa interpretación
moral que los modernos puritanos han dado a su doctrina,
se ha tomado como un libertino a aquel filósofo de
ejemplar continencia.
El sabio creía justo poner el goce de los sentidos, Como
un derecho a la felicidad, de la misma forma que la
práctica de la virtud nos lleva al gozo espiritual.
Felicidad se entiende como prosperidad, salud, bienestar,
disfrute, tranquilidad, placidez y seguridad. Y es lo que
el ser humano se empeña en alcanzar, trabajando duro, luchando,
creando fortunas o realizando ideales. (También
soñando el amor o un mundo mejor). Pero la verdad es que
los tesoros de la felicidad están enterrados en el mundo interior
del hombre.Y talvez la felicidad se alcance interpretando
un sueño, venciendo al destino y alcanzando metas.
Al cabo de un tiempo comprendemos que es justo y
humano el inalienable derecho a la felicidad. La misma
que el mundo niegue u ofrezca. De ahí que encontrar la
vida sea sinónimo de vivir feliz.
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