Palabras
Carlos Balaguer
La felicidad es un cuento. Primero hay que inventarlo, escribirlo,
después vivirlo y al final creer que fue verdad.
Al final de los días, la peor culpa del hombre será no haber
alcanzado la felicidad, la rama dorada de sus sueños. Su
desdicha espiritual será tal vez no haber alcanzado la dicha
mundana y de bazar.
Aunque el hombre nace llevando consigo la felicidad o
teniéndola junto a él. Lo triste es que no siempre llega a verla
ni a sentirla dentro de sí. Y suele tener a su lado la felicidad,
pero como el ciego, guiando sus propias ilusiones, empezará
a buscarla lejos, aun teniéndola dentro de su propio
corazón, que es el cáliz sagrado.
El alma humana, el vaso sagrado, la copa esmeraldina, es
donde escancia la vida su miel, su vino y su dulzura. Al final
de su vida Sir Galahad, uno de los caballeros medievales,
empeñado en dar con el Santo Grial, vio hacia su propio
corazón, descubriendo que éste había estado siempre
allí, dentro de su propio ser.
Son los cuentos de la felicidad. Aquellas historias dulces
y fabulosas que escribimos a lo largo de nuestras vidas. Primero
las inventamos, después las vivimos y finalmente sólo
nos queda saber si acaso fueron verdad.
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