La felicidad no es un fin sino camino. Muchos la ven como un punto al final del sendero, como la dorada ciudad de los anhelos. Y si bien es cierto que es un ideal y una “meta” para los humanos, más que un propósito la felicidad es un sendero, una forma de vivir, una decisión acertada.
Ser feliz es aceptar la vida con sus dichas y sus tristezas, con sus caídas y victorias, con sus risas y sus lágrimas, con sus soles y sus noches, con sus mieles y tristezas, con sus cosas eternas y sus cosas fugaces, con sus cosas grandiosas y pequeñas, con lo bello y lo feo, con sus valles y montañas, con lo nuestro y lo ajeno, con lo bueno y lo malo, ¡Con lo posible y lo imposible!
La felicidad es un estado del alma que sólo puede existir dentro de ti. Por tanto no la busques en otro lado. Si eres feliz allí en tu interior la felicidad también estará en el mundo que te rodea.
Guarda la dicha como una gema en un lugar secreto y seguro de ti mismo, para que la adversidad y el egoísmo del mundo no puedan arrebatártela. ¡No permitas que el ladrón del destino robe tu tesoro interior! Guarda celosamente el cristal de tu inocencia --aunque el mundo arrastre desengaños-- y el rubí de tu alegría, aunque el mundo invente la tristeza.
Publicada 20 de noviembre de 2006, El Diario de Hoy
Carlos Balaguer
El Diario de Hoy
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